Mitre no quiso poner un peso para traer los restos de San Martín.
El 5 de abril de 1877, al cumplirse un nuevo aniversario de la batalla de Maipú el Presidente Nicolás Avellaneda pronuncia un discurso fiel a su gran estilo: “los pueblos que olvidan sus tradiciones pierden la conciencia de sus destinos, y los que se apoyan sobre tumbas gloriosas son los que mejor preparan su porvenir”; Apenas seis días después se constituye una comisión para repatriar los restos del vencedor de la batalla a Buenos Aires, como lo dispusiera en su testamento. La componen Mariano Acosta, vicepresidente de la República; Salvador Carril, presidente de la Corte Suprema de Justicia; Enrique Perisena, ‘alcalde’ de Bs. As., y que cumplió rol estelar; el general Julio de Vedia; Enrique Malaver; Carlos Saravia, secretario del Senado; y Aurelio Prado y Rojas, secretario de la Corte bonaerense.
Se cursaron invitaciones a gobiernos, políticos, senadores, fuerzas vivas, para contribuir a la tarea, llevándose un registro y control de cuentas encomiable. Todos, como pudieron, contribuyeron, porque el renombre de San Martín manteníase vivo en la ciudadanía. Se recaudan 1,400,000 pesos fuertes. Avellaneda contribuye con seis mil; Roca, flamante ministro de guerra, un mil. Todos ponen; Todos, menos él.
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El tísico, apodo puesto por Urquiza, se ve que era tacaño y de codos duros. El gran historiador, y mejor amigo, Roberto Colimodio, me hizo llegar este documento desconocido hasta hoy, y por él encontrado en el Museo Mitre, que pongo a disposición:
Corre el año 1878, y la Comisión Central de Repatriación le escribe al diputado Bartolomé Mitre:
Buenos Ayres, 14 de agosto de 1878.
Estando para cerrarse la sucripción nacional promovida por el Exmo. Señor Presidente de la República al objeto de costear la traslación a la Patria de los restos del ilustre Brigadier General Don José de San Martín, y no figurando en las listas de aquella entre los miembros del Congreso el nombre del sr. Diputado; como vocal Secretario de la Comisión central y con especial autorización, me permito invitarlo a contribuir con lo que estime conveniente a tan patriótico designio.
Si el Sr. Diputado se digna aceptar esta invitación puede servirse remitir a la Secretaría del Senado Nacional la cantidad con que quiera contribuir, anotándola al pie de la presente qué le ruego devolver.
Con este motivo me es muy grato saludar al Sr. Diputado con distinguida consideración,
Apurado, el diputado escribe de puño y letra su aporte de $500 de la época. Dejo las consideraciones del caso, a vuestra conciencia. Lo más importante era difundir el documento. Jue pucha que no tiene una que rescatar el taimado Divus Bartolus.
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No es de extrañar para nada. Mitre era un hipòcrita liberal unitario, y San Martin, era un confederado, federal. De allì que haya donado su sable corvo a Juan Manuel de Rosas.